14. Ingratitud
El empresario fue exitoso en sus negocios. Acostumbraba salir en la televisión anunciando los productos de una importante cadena comercial. Quedó viudo a los cincuenta y dos años, después contrajo matrimonio con la que fue su asistente.
Tuvo hijos de las dos familias y los hijos del segundo matrimonio fueron los que manejaron los negocios comerciales. Los hijos del primer matrimonio ayudaron a su padre en las empresas de éste cuando salieron de la escuela y después fundaron sus propios negocios con la ayuda financiera de su padre.
El empresario tenía inmuebles comerciales y, por estrategia de sus abogados, había constituido empresas inmobiliarias para la compra de nuevos inmuebles. Sólo algunos inmuebles estaban a nombre de personas físicas y fueron los primeros que adquirió cuando vivía su primera esposa. Algunas de las escrituras estaban a nombre de los hijos del primer matrimonio. Dichos inmuebles nunca se pasaron a empresas inmobiliarias por el costo de los impuestos y el traslado de dominio.
Conforme el tiempo avanzaba, crecían las necesidades económicas de los hijos del segundo matrimonio y, en cuanto había oportunidad, retiraban importante flujo de efectivo de los negocios para gastos e inversiones personales, hasta dejarlos descapitalizados. Fue hasta entonces que el empresario recurrió a obtener financiamientos bancarios, garantizando los préstamos con las acciones de las empresas inmobiliarias que poseía.
El empresario enfermó y no pudo sacar adelante los negocios. Desafortunadamente, los hijos del segundo matrimonio tampoco pudieron con el paquete y los bancos empezaron a presionar, cobrando las garantías que había firmado el empresario.
Ya no había flujo ni para pagar los gastos hospitalarios del empresario, fue cuando éste mandó llamar a sus hijos de su primer matrimonio y les pidió que otorgaran en garantía los inmuebles que hacía muchos años había puesto a nombre de ellos.
Los hijos del primer matrimonio evaluaron la petición de su padre y decidieron que no estaban dispuestos a garantizar más préstamos con los inmuebles que estaban a nombre de ellos porque consideraban que esto era un barril sin fondo y no querían arriesgar lo poco que quedaba. Ellos estaban dispuestos a cubrir los gastos hospitalarios del empresario, pero ningún centavo para las empresas comerciales que habían arruinado sus medios hermanos.
En última súplica del empresario, que estaba al borde de la muerte, les pidió que vendieran los inmuebles que en principio le “correspondían” y que, por un error de su parte, los escrituró a nombre de sus hijos. Inclusive pensó en demandar a sus hijos por ingratitud; esto nunca ocurrió.
El empresario falleció y los bancos remataron los negocios comerciales. Los hijos del segundo matrimonio no pudieron salir adelante y los hijos del primer matrimonio conservaron las propiedades que el padre escrituró a su nombre. Ganaron la partida desde el punto de vista material, pero moralmente quedaron muy afectados, ya que no cumplieron con la voluntad de su padre que siempre les ayudó para salir adelante.
Este es un caso que sirve de reflexión y conviene tener presente al momento de revisar a nombre de quién están los inmuebles del empresario y tomar las medidas apropiadas en su oportunidad para hacerle frente a futuras contingencias, como el caso que nos ocupa.
Resumen
Escriturar propiedades a nombre de los hijos, los hace legalmente los dueños. La familia y sus necesidades económicas siempre crecen más rápido que los negocios y sus retiros de efectivo pueden dejar a un negocio sin capital de trabajo, hasta dejarlos descapitalizados.
Los hijos pueden no aceptar regresar al padre las propiedades, acciones o su valor ni garantizar préstamos con los inmuebles que están a nombre de ellos.